EL TRAPICHI de la molienda de antaño era de palo. Se
componía de tres piezas cilíndricas con sus respectivas espigas. Siendo la
pieza del centro la de mayor volumen, a la que llamaban el macho; y a las de
los costados, que eran iguales, las denominaban hembras. El macho y las hembras
tenían la parte superior dentada, de manera que engranaban entre sí.
En la espiga de la parte superior del macho se
ensartaba el espequi (madera larga y encorvada) en uno de cuyos extremos se
ponía peso y en el otro se aseguraban los arneses para el tiro de las yeguas.
Debajo de los machos y las hembras se colocaban las
teleras, para evitar que el caldo de la caña de azúcar cayera al suelo y que escurriera
más bien a los canales, los que a su vez largaban el caldo a la gaveta. La gaveta tenía
una marca hasta donde debería llenarse, que era la medida justa para la paila.
El TRAPICHI contaba también con dos horquillas: una
que servía de apoyo a las cañas que se metían por la hembra esprimidora y la
otra donde se revolvía el bagazo por la hembra bagacera.
El TRAPICHI
completo se hallaba fijo a un estante de madera cuchi, enterrado a una vara
de profundidad, debidamente apisonado.
El personal de moledores lo componía tres muchachones:
el metedor de caña, el revolvedor del bagazo y el arreador de los animales,
quien a su vez botaba el bagazo a un sitio retirado, libre de peligro, donde
días después se le prendía fuego.
A los moledores que les tocaba trabajar en la noche se
les llamaba cuarteros. Correspondiendo al primer cuarto, el tiempo de molienda
comprendido desde las seis de la tarde y las doce de la noche; y al segundo
cuarto, el trabajo realizado desde la media noche hasta las seis de la mañana.
O sea que, en el transcurso de la noche hasta el amanecer, se sacaba dos
pailadas de jugo de caña.
Los trabajadores y sus familias consumían caldo a discreción,
igualmente los vecinos. No se mezquinaba a nadie.
Los moledores paraban barcinos, sucios desde los pies
hasta la coronilla, debido al serebó del bagazo, al caldo que les regaba del
TRAPICHI y a la suciedad de las cascaras de las propias cañas. Por eso las
madres de antaño, cuando veían a sus hijas con los GARRONES sucios, les decían:
“Caminen a bañarse, ya parecen unas molienderas”.
Muy bueno. Gracias por su aporte. Rolando Roda Busch
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