jueves, 3 de noviembre de 2016

El Trapichi


EL TRAPICHI de la molienda de antaño era de palo. Se componía de tres piezas cilíndricas con sus respectivas espigas. Siendo la pieza del centro la de mayor volumen, a la que llamaban el macho; y a las de los costados, que eran iguales, las denominaban hembras. El macho y las hembras tenían la parte superior dentada, de manera que engranaban entre sí.

En la espiga de la parte superior del macho se ensartaba el espequi (madera larga y encorvada) en uno de cuyos extremos se ponía peso y en el otro se aseguraban los arneses para el tiro de las yeguas.
Debajo de los machos y las hembras se colocaban las teleras, para evitar que el caldo de la caña de azúcar cayera al suelo y que escurriera más bien a los canales, los que a su vez largaban el caldo a la gaveta. La gaveta tenía una marca hasta donde debería llenarse, que era la medida justa para la paila.

El TRAPICHI contaba también con dos horquillas: una que servía de apoyo a las cañas que se metían por la hembra esprimidora y la otra donde se revolvía el bagazo por la hembra bagacera.

El TRAPICHI  completo se hallaba fijo a un estante de madera cuchi, enterrado a una vara de profundidad, debidamente apisonado.

El personal de moledores lo componía tres muchachones: el metedor de caña, el revolvedor del bagazo y el arreador de los animales, quien a su vez botaba el bagazo a un sitio retirado, libre de peligro, donde días después se le prendía fuego.

A los moledores que les tocaba trabajar en la noche se les llamaba cuarteros. Correspondiendo al primer cuarto, el tiempo de molienda comprendido desde las seis de la tarde y las doce de la noche; y al segundo cuarto, el trabajo realizado desde la media noche hasta las seis de la mañana. O sea que, en el transcurso de la noche hasta el amanecer, se sacaba dos pailadas de jugo de caña.
Los trabajadores y sus familias consumían caldo a discreción, igualmente los vecinos. No se mezquinaba a nadie.


Los moledores paraban barcinos, sucios desde los pies hasta la coronilla, debido al serebó del bagazo, al caldo que les regaba del TRAPICHI y a la suciedad de las cascaras de las propias cañas. Por eso las madres de antaño, cuando veían a sus hijas con los GARRONES sucios, les decían: “Caminen a bañarse, ya parecen unas molienderas”.

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