lunes, 7 de noviembre de 2016

El juego de la Sortija




En el aniversario de algunas de las calles del Santa Cruz de antaño y en las fiestas patronales de los pueblitos y rancheríos vecinos, era costumbre incluir en el programa de festejos el juego de la sortija, que consistía en colgar de una cuerda que atravesaba la calle, un disco de lata con su agujero al centro, con una agarradera – también de lata -  que montaba en la cuerda y agarraba con cera el disco (la sortija).
 Los jinetes, montados sobre briosos caballos de hermosa estampa, y provistos de un lápiz, tenían que ensartar la sortija a la carrera. Quien acertaba al orificio y sacaba consigo la sortija, era premiado con un ramito de flores con un rosón de cinta de vistosos colores, que le era prendido en el brazo por una de las damitas.
Las bellas muchachas, reunidas en número considerable, constituían el centro de atracción de los mancebos y público en general. Al anochecer, muchos de los jugadores tenían los brazos repletos de premios, que los iban prendiendo en el pecho de sus cortejas o muchachuelas de su mayor predilección.
Hombres y mujeres lucían sus mejores prendas y ocupaban planos sobresalientes en la fiesta de la tarde.

Los caballos, gordos y relumbrantes, daban muestras de desasosiego y rebosante energía: Escarbaban el suelo con sus remos delanteros, se paraban en dos patas, relinchaban y hacían mil piruetas con los dueños encima, que parecían como nacidos en sus elegantes monturas. No era raro ver ensillados enchapados con plata, cabezadas y riendas finalmente simbadas, con argollas del mismo precioso metal y demás accesorios  hípicos usados por aquellos tiempos.

Extraido del libro: Leyendas y tradiciones cruceñas del Dr. Aure Teran B.


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