Antiguamente las carreras de caballo se hacían
sobre caminos paralelos, en un recorrido reglamentario de una cuadra o cuadra y media.
A los caballos que intervenían en las carreras
se los llamaba cuadreros y a los jinetes peones.
En los cotejos y desafíos para concertar, se ofrecían ventajas como
estas: "le doy la rompida al moro
con el bayo", "le doy dos cuerpos de ventaja al tordillo con
el guatoco", etc.
Concertada la carrera, los peones hacían
pasear de tiro a sus caballos por sus respectivos caminos, hasta el sitio de la
largada. Allí montaban y después de dos o tres quebrantadas para igualar la
rompida, salían.
El público, que se hallaba congregado en la
guasca, gritaba: "Se vinieron", "sin simbrón el oscuro",
etc. Al llegar a la guasca, se escuchaban
exclamaciones como estas: "Gano el oscuro", "Gano el tordillo
con la tabla del pescuezo", etc.
Las apuestas eran elevadas. había pasión por
las carreras. La gente acudía a ellas desde los lugares más distantes. Siempre
aparecía un caballo de tapada (animal no conocido entre los cuadreros de fama).
Las carreras se sucedían una tras otras,
aparte de las pactadas con anterioridad con sumas realmente
astronómicas que se corrían de primero.
Los gananciosos pagaban la banda y se iban a
bailar al pueblo donde bebían y reían sin descanso.
Extractado del libro: "Escarbando el Pasado" de Aquino Ibañez.
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