Esta
es la verdadera y más conocida fiesta
camba. Tenía lugar para celebrar un cumpleaños, un aniversario de bodas o un
simplemente alegrar el fin de semana o
cuando a alguien se le antojaba divertirse con amigos cualquier noche de luna.
Se
juntaban parejas para el baile cogidos de la mano. Rara vez desprendidos o en
círculo. La música era siempre un taquirari, una chobena o un carnavalito. Y
era con la banda compuesta por varios músicos.
Más
antes y mejor era con la tamborita integrada por un bombo, una caja con sus
palitos y dos flautas. Algunas ocasiones tenía caracachá, platillo y guitarra o
violín. No faltaba alguien con su hoja de naranjo que le daba ritmo agudo
especial.
Corrían tragos como guariflé, culipi, leche
de tigre, cóctel de cualquier fruta o sucumbé cuando hacia frio. Chicha cruceña
para algunas damas, porque las mayores le echaban al trago pitando su charuto.
El
baile se hacía bajo techo en galpones cuando llovía, pero la mayor parte era en
los patios al aire libre. Sobre suelo enladrillado cuando era en casa de los
patrones, pero en viviendas de los peones era sobre la pura tierra dura, pero
bien basureada con escoba de totai, luz salía de las llamas o mechas de
kerosene o petróleo, o la luna.
Las
“peladas” o “chotas” vestían de tipoi de varios colores, sandalias, cabellos
con moños o trenzado, algunas con cabelleras largas que le caían hasta las
nalgas. Los “puguillas” con camisa blanca, pantalón blanco, remendados casi
siempre, con telas que servían de machones con varios colores, pero limpitos. Abarca
de cueros y plantillas de goma gruesa. Algunos con alpargatas. Raros tenían
zapatos, porque eran caros y le sacaban ampollas.
Las
abuelas, madres o tías que acompañaban a las muchachas iban de mantón las más
viejitas, pero las menos, también le echaban al baile dando ejemplo con sus
caderas movedizas y como subiendo gradas “pa mí; pa´voj” Otras las controlaban
desde fuera de las tranqueras o el cerco de cuguchi.
Algunos
que no eran invitados, jóvenes aguilillos, votaban sus “cachuchas” a medio
patio, para ingresar a recogerlas y … se quedaban.
No
se cobraba cuotas, todos aportaban. Cuando el patrón pagaba era con todo. Y
cuando eran los peones ponían carne, alcohol o música, pero de todos modos se
hacía, hasta que las “velas no ardan”.
Mientras
se bailaba, otros contaban chistes y cuentos y se escuchaban las risotadas como
si tuvieran los bolsillos llenos de plata y al fondo del patio ardían las
brasas para largar el churrasco con tripas, carne gorda, chuchulises, riñones y
corazón. Las yucas y los plátanos maduros eran asados en el rescoldo con
cascaras. Y cuando se sancochaba, la mandioca salía blanca y brillante como
para comerla por los ojos.
Cuando
era completo el Burí, más allá estaba el Horno de barro y paja, con dos guatias
adentro y su balde con agua; calafateao para que el vapor le sirva en la
cocción que duraba 8 a 10 horas. O bien estaba hirviendo la “patasca” de maíz,
cabeza, carne de pecho, ojos y lengua. Ambas eran para el día siguiente después
de la ambrosia.
En
horas de la madrugada, se escuchaba a veces un gran ruido por el correr de los
caballos que despertaba a las ancianas cuidantes y era un mozuelo que se
“robaba” una pelada de 14 años, en las ancas de un alazán brioso que corría
“pal monte”. Era cuando los futuros suegros no aceptaban la unión de los
muchachos, que llegaban hasta el matrimonio cuando aparecía el cura.
Al
día siguiente, los más sedientos o tomadores, amanecían tirados sobre los
bancos de madera, troncos o tocos que servían de asientos y de cama. A duras
penas se acercaban para ir al potrero cercano y echarle a la ambrosia, que era
leche directa de la vaca con alcohol, azúcar “baya” y canela.
Cuando
no había patasca o guatia, se comía un locro carretero, blanco de charque del
monte con yuca entremedio. O bien “pacumutos” de urina, jochi pintao, ardillas
y hasta víboras.
“Panza
llena, corazón contento”, luego venia el sueño largo y pesao, para recuperar
fuerzas que se necesitan para las labores normales del siguiente día.
Ese
era el auténtico burí camba. En las
provincias todavía se lo hace como era antes…
Extractado del libro “ Leyendas y
Tradiciones cruceñas” del Dr. Aure Terán Bazán